En este espacio quiero agradecer, contemplar, profundizar, reflexionar y poner en palabras, eso que a veces ni yo misma entiendo, pero que logro descifrar cuando leo lo que escribo.
El café humeaba entre mis manos cuando entendí que este texto solo podía nacer así: en pausa y gratitud.
Llevo alrededor de 15 años ejerciendo mi profesión, buscando y construyendo oportunidades en torno a la comunicación, explorando por todas sus ramas, generando alianzas, escarbando entre aliados, colegas y caminos. Todo ha sido un cuento: con inicio, nudo y desenlace. Cada momento fue necesario para estar hoy acá en mi balcón escuchando mi música favorita y tomando café; cada situación fue perfectamente orquestada, para tomar la decisión de darle vida a lo que gritaba mi espíritu y poner al servicio del mundo mis talentos.
En este espacio quiero agradecer, contemplar, profundizar, reflexionar y poner en palabras, eso que a veces ni yo misma entiendo, pero que logro descifrar cuando leo lo que escribo.
Muchos años buscando la voz entre el ruido de lo digital, entre métricas y estrategias, descubrí que mi verdadera brújula siempre fueron las palabras. Ellas me salvaron cuando el mundo profesional exigía respuestas rápidas y yo necesitaba preguntas lentas. Fueron mi refugio y mi rebelión; cuadernos clandestinos donde confesaba mis dudas antes de dar discursos seguros, correos electrónicos donde yo misma era la destinataria escritos a las tres de la madrugada, cuando la soledad sabía a tinta y teclado y los post-it permanecían intactos, pegados en espejos para recordarme quién era antes de salir a ser lo que el mundo pedía.
Este espacio, es el abrazo pendiente con esa Daniela que escribía cartas de amor en servilletas y estrategias de vida en agendas prestadas. Porque descubrí que las palabras son termómetros del alma, son cómplices de lo no dicho y puentes entre todas esas versiones de nosotras que a veces no recordamos o simplemente aún no conocemos. Esta es mi primera entrada, con susto como todo, pero convencida que este camino está lleno de fuego, amor y mucha convicción, pues es el destino que he elegido como propósito de vida.
Entre todo, he aprendido que no hay algoritmo que pueda calcular el valor de una palabra exacta en el momento exacto. Esa que te devuelve el aliento cuando lo habías perdido, la que enciende la chispa donde solo había ceniza. La que dibuja rutas en territorios que ni Google Maps podría mapear.
Por eso este blog no es un deber profesional, es el rescate de mi esencia antes de que el viento se lleve lo más importante: esa verdad que solo aparece cuando escribo sin testigos y esas palabras que cuando son escritas reconstruyen el universo que llevo dentro.
Que las palabras nos unan siempre
Dani.